DON AMILCAR SE FUE, y nos queda ese gusto amargo y dulce a la vez; el de los recuerdos de hechos vividos intensa, profunda y apasionadamente. Como era don Amílcar, por otra parte: un apasionado para el que no existían los claroscuros. Lo conocimos de muy pibes, época en que estudiábamos en el Mariano Moreno, y en donde él llegaba al Luna con Roberto Chetta, un welter compacto y duro, áspero y peligroso. Luego, claro, vino Carlos Monzón. No sabíamos entonces que estábamos asistiendo al nacimiento de una leyenda. A tal campeón, tal entrenador. "En cualquier parte del mundo en donde estoy, hablan de mi gracias a Carlos Monzón", decía siempre. Nunca lo tuteó a su pupilo, y su pupilo -ni más ni menos que un gran campeón- dejó de obedecerlo. Brusa, su pelea con Lectoure, su recorrida por el mundo y los gimnasio de Miami, de Caracas, de Barranquilla, de Los Angeles... Su tarjeta de visita extra grande para poder mencionar a todos los campeones mundiales que entrenó... Con el que compartimos inolvidables noches en Nueva York, junto a otro querido amigo que ya no está, Walter Caro... Brusa y sus consejos... Brusa y su "Oiga..." con el índice apuntando al pecho... Se ha ido un gigante. Creo que Francisco "Paco" Bermúdez y Santos Zacarías, son los otros dos que dejaron un sello indeleble en su condición de técnicos. Brusa, que recorrió el mundo sin perder su tonada santafecina, tal vez no haya sido tan reconocido por sus pares en su tierra como afuera del país. Estamos llegando de Puerto Rico, en donde asistimos a la convención de la OMB. La noche de gala fue abierta por Jimmy Lennon con un pedido de silencio y un tributo para Amílcar. El mundo del boxeo nos dio su pésame, con respeto, ante la partida de un grande. Don Amílcar, El Grandote, el que era tozudo y arisco, pero noble y frontal. Aquel que, en la noche del 7 de noviembre del 70, le dio un poco de agua a Carlos Monzón y luego le dijo:
-Carlos, ese hombre no puede más. Vaya y póngalo nocaut.
Obediente, Monzón fue y noqueó a Benvenuti. Luego fue y se abrazó a su técnico de toda la vida. Hoy, seguramente, se habrán reencontrado en donde quiera que sea, juntos, unidos para siempre y por siempre.
Chau, Don Amílcar. Gracias por todo.
CARLOS IRUSTA
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