FUE A MEDIADOS DE los 90, cuando un día me llamó a casa el querido Gordo Horacio García Blanco. Se venia la pelea de Mike Tyson con Frank Bruno.
-Irusta, supongo que quiere relatarla conmigo. Va a ser por América.
-Por supuesto, Horacio, usted no sabe lo que esto significa para mi...
-Bueno -me interrumpió- venga mañana por América, así arregla la guita.
-¿No puede ser el lunes? Mañana viernes tengo mucho para hacer.
-¡Oiga! La semana que viene nos vamos a Las Vegas, venga mañana y arregle la guita, hombre, lo espero para tomar un café antes de entrar...
Y... si, fue así... yo pensaba que iba a ser una de esas clásicas transmisiones desde los estudios, pero no... Había que viajar a Las Vegas y allí nos fuimos, con Horacio y Andrés Raggi de productor. Yo estaba pasando por un momento difícil en la vida, y aquel viaje, aquella pelea y aquella experiencia fue algo extraordinario en mi vida. Sobre todo porque tuve la suerte de tratar, y muy de cerca, a un tipo fuera de lo común como el querido Gordo García Blanco...
Comenzó un ciclo fantástico para mi, con una señal prolija, con transmisiones ordenadas, con buenas peleas. Garcia Blanco lo sumó a Ulises Barrera como atracción especial.
O sea que tuve la fortuna de trabajar con dos maestros y aprender todo lo que pude de ambos. Cero grito. Lenguaje técnico sin rebuscamientos. Lenguaje periodístico con respeto de la sintaxis. Tratando todos se hacer cada uno lo suyo, sin querer demostrar que uno sabía más que el otro. Como era más joven, yo hacía las veces de presentador y "bastonero", tirando las preguntas a uno y a otro, alternativamente.
Era lo más fácil del mundo, porque los dos, cada uno a su manera, siempre tenía la respuesta justa. Claro, ¿Cómo no iba a ser fácil, si los dos sabían un montòn de boxeo?
Han pasado los años y le agradezco a esta profesión haber trabajado con profesionales como estos...
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