Tito Lectoure, sinónimo de boxeo en Argentina |
Ingresó al Luna cuando apenas tenía 20 años y el estadio se convirtió en su casa, puesto que hasta los domingos a la mañana, después del boxeo, solía darse una vuelta por Corrientes y Bouchard. De la mano de viejos hombres del ring, como Nicolás Preziosa, Manuel Hermida, Andrés Mozota, Icaro Frusca, entre otros, tuvo que curtirse rápidamente: un pibe de 20 años que, de pronto, pasó a ser nada más ni nada menos que el programador del Luna Park. Sucedió cuando el anterior, el profesor Morales, tuvo una súbita enfermedad. Pero no es este el momento de historiar puntualmente su trayectoria, sino de escribir, al correr del teclado, sobre alguien a quien quisimos como un amigo, y con quien compartimos unos cuantos viajes alrededor del mundo. Tito Lectoure, apasionado, temperamental, sanguíneo, era "otro" cuando viajaba. Era como que al sacarse el stress diario, se convertía en un cálido compañero de viaje, que iba explicando todo y dando consejos. Lectoure vivía junto al boxeador, se levantaba con el boxeador, se privaba de la comida junto al boxeador y, hasta el final, sentía que la palabra derrota no existía. Su primer campeón mundial fue Horacio Accavallo (quien se consagró, justamente un primero de marzo) y luego vivió una época de oro con Nicolino Locche, Carlos Monzón, Víctor Galíndez -a quien siempre trató como si fuera su pupilo-, Sergio Palma, Gustavo Ballas, Hugo Corro, Látigo Coggi, Pedro Décima... Jamás se olvidará la tarde en que en el Caesars Palace de Las Vegas dejó plantados a todos -la televisión en vivo, Mike Rossman en el ring, el público- porque no había autoridades de la AMB para la pelea de Galíndez justamente frente a Rossman. Y nadie podrá olvidar el papel protagónico que tuvo cuando atendió a Galíndez en su épico triunfo ante Richie Kates en Johannesburgo, Sudáfrica, el 22 de mayo del 76. "Al médico le dije que el referí autorizaba a que siguiera la pelea y al referí le dije que el médico había dicho que la pelea seguía. Galíndez no entendía nada, pero yo sabía que, de otra manera, perdía por nocaut técnico..." nos contó alguna vez. Y años más tarde, el propio Richie Kates, nos dio su versión: "Esa pelea la ganó Tito Lectoure".
Tuvo un sueño que no pudo hacerse realidad, ya que confiaba en Martillo Roldán quizás más que el propio Martillo. Cuando Roldán se dejó caer frente a Marvin Hagler, le dio tanta bronca que le dio una piña a la pared y se fisuró la mano. Años más tarde, le preguntamos en que se diferenciaba de Bob Arum y dijo: "La diferencia entre los dos es que él jamás se rompería una mano por la bronca de una derrota".
Amigo, ante todo, que eso solo basta para definirlo. Fue el promotor más grande de la historia del boxeo argentino, un sinónimo de boxeo en todo el mundo en donde era, sencillamente, Tito, cuya palabra era más fuerte que cualquier contrato firmado. Tito, el amigo de los boxeadores, el que era capaz de romperse una mano por una derrota, sigue con nosotros: en nuestra alma, en nuestro recuerdo. Como suele decir Hugo Basilotta, "No solamente fue el más grande, fue también un tipo extraordinario en todo sentido".
Se fue físicamente hace diez años, pero sigue vivo en nuestro recuerdo...
CARLOS IRUSTA
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