SIMBOLO de lo que es Narváez, la foto lo muestra en andas, con el logo del Luna como fondo, ganador como siempre. Esta vez, le tocó al colombiano William Urina, un peleador tosco, duro, fuerte y desprolijo. Omar Narváez retuvo su corona supermosca de la OMB, en un fallo amplio, unánime e indiscutible, como que los tres jurados le dieron 117-110, incluyendo un punto de descuento al visitante en el sexto round. Referí, Roberto Ramírez, de Puerto Rico. Y en el ring side como invitado de lujo, Evander Holyfield. Sì, fue una gran noche, con el estadio lleno y una pelea caliente y disputada hasta el final. Pero el detràs de la escena, nos mostró también a un hombre fatigado. Dura pelea, sin dudas...
LA PIÑA DEL OCTAVO la vi recién cuando miré las pantallas de la tele", dijo riéndose, con la mano izquierda totalmente inflamada. Un brevísimo corte en el puente de la nariz. Sereno. "Este colombiano fue uno de los más duros, porque es desprolijo y aguanta todo, me obligó a pelear por momentos, porque no salía. Creo que gané ampliamente pero me costó. Seda, el puertorriqueño, boxea muy bien. Este es otra cosa, te complica por lo tosco".
YESICA BOPP también retuvo sus coronas OMB y AMB entre las minimoscas. Fue nocaut técnico cuando la referì salteña Romina Arroyo, de muy buena labor, decidió detener la pelea ante la mexicana Yesenia Martínez, quien solamente pudo oponer una gran dignidad y valentía, ya que recibió una tremenda paliza. Su esquina debió haberla hecho abandonar antes. En el noveno, ante el monólogo impiadoso de la Tuti, la Arroyo paró acertadamente la desigual pelea. Bopp sigue creciendo en cada presentación...
Y NARVAEZ? Habrá que decir que, próximo ya a los 36 años y con un largo reinado, Narváez comienza a sufrir físicamente las peleas. No, no es mala preparación física ni mucho menos. Las sufre porque le toca, como en este caso, medirse con un boxeador diez años menor que él (¡Diez años!) y de una categoría superior. Como le comentábamos tras el encuentro, no es lo mismo pegarle a un mosca que a un supermosca, aunque no haya tantos kilos de diferencia (en la proporción, igual, son bastantes). O sea que en cada combate, sus rivales saldrán a eso: a friccionar, a presionar, a tirar como nunca, para exigirlo a fondo, para no dejarlo armar, para imponerse por juventud y fuerza. De hecho, el sábado se vio obligado a aceptar los intercambios, aún corriendo el riesgo, como ocurrió en el octavo asalto, de recibir algún contragolpe peligroso.
Ese es el nuevo desafío que enfrenta este Huracán, que mantiene un romance cálido y profundo con la gente del Luna. Un público que lo ovacionó como nunca. Y merecidamente, puesto que parafraseando a Durán, podríamos decir que el Huracán puede estar un poco más viejo, pero sigue soplando...
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