martes, 2 de septiembre de 2014

"¡NI-CO-LI-NO!"... "¡OOOLEEEE!"

NICOLINO LOCCHE cumple años. Y si escribimos así, en presente, es porque Nico es de aquellos que nunca se van de nosotros, porque sigue vivo en el recuerdo de los afortunados que logramos disfrutarlo "en directo" y de los que lo disfrutan viendo viejas películas...

LOCCHE fue único, extraordinario. Un boxeador que, como pocos, tuvo una concepción muy clara del show. Su condición de "Intocable" -apodo del colega Piri Garcìa de "El Gráfico"-, lo convirtió en una especie de clown del ring.

Ponía la cara... bajaba los brazos... hablaba con Osvaldo Caffarelli... se recostaba contra las sogas y comenzaba a hacer marrar los golpes del rival... En una palabra: se divertía y nos hacía divertir. Caso único de llenar el Luna Park, caso único en donde la vedette no era el nocaut, sino la exhibición, el talento, la picardía... Y él era el principal responsable, puesto que cuando combatía (es una manera de decir) tambien trabajaba para la tribuna, moviendo a los aplausos y al "¡Ooooleeee!")

CUANDO VIAJO a Tokio le dio una clase de boxeo a Paul Fujii y se consagró campeón mundial. En el Luna se midió con tremendos boxeadores como Ismael Laguna o Carlos Ortiz, para ofrecer apenas dos ejemplos. Sus noches del Luna nos quedan como una época en donde éramos más jóvenes, menos pretenciosos y seguramente más felices.

LA CALLE Corrientes se abría con sus luces después del Luna y nos íbamos a Pippo, a comer fideos con tuco y pesto, o a Bachin -el original, claro, el de la esquina de Montevideo y Sarmiento, en donde ahora está La Plaza-, con amigos del boxeo. En torno a la amplia mesa tendida, con papel blanco como mantel, hablábamos de lo que habìamos visto y uno, que era el más chico, callaba y escuchaba y aprendia de los Osvaldo Cavillon, de José González, Gonzalito, o de Desiderio Ferrari, o Alejandro Ammi... 

LA NOCHE era diferente cuando había peleado Nicolino, porque mientras hablábamos y elogiábamos su arte, parecía escucharse de fondo, como en una película, un tango de Piazzolla, mezclado con aquel griterío interminable... "¡NI-CO-LI-NO... NI-CO-LI-NO!"  que luego, entre aplausos, terminaba en un "¡OOOOLEEEE!" mientras el rival de turno, desconcertado, bajaba los brazos, rendido ante el maestro. 

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